Mis reflexiones sobre Sergio Pitol
Montarme en ese tren desde los parajes de Kafka en
aquella Praga post comunista, hasta
Giorgia, para encontrarme con el esplendor de escritores, aventuras, historias
y hasta el arte de la diplomacia, fue todo El Viaje que entre cabellos
enredados por un régimen obsoleto me presentó Sergio Pitol.
Desde la subida al tren me encanté con sus historias y
con toda esa pléyade de intelectuales y artistas que me presentó en los
escenarios iluminados de La Hermitage, otros simplemente en un café, en la
calle o en refinados y fatuos espacios dirigidos por funcionarios.
Pero también me llevó a ver la desnudez de un
exterminio en la purga de muchos escritores por ser considerados enemigos de un
gobierno marcado por
códigos, prohibiciones y desconfianza, donde a pesar de la mutación de un
pensamiento crítico, lograron crecer y ser, como una «oda a la libertad» la de
Pushkin.
Marina Tsvietáieva, una de ellos. La
ubiqué entre los estantes infinitos del google, porque ya esos lujos no los
encontramos en Venezuela, luego de ese viaje, me encontré con la mujer, con ese
sufrimiento de la vida, una vida que dolía tanto que prefirió decidir sobre
ella para no seguir padeciendo el hambre y la miseria.
Todas las
consideraciones y reconocimientos de Sergio Pitol hacia la escritora me
hicieron seguirla, llegué incluso a ver que su sexualidad estaba en la misma
acera de ella, mientras sus hijos distantes. La más fue la que sacó a la luz
toda la obra de su madre. Ese ensayo reflexivo, apasionante, autobiográfico me
despertó la ansiedad por encontrar a la escritora y leerla. Aún no lo he hecho,
es mi tarea urgente, esa que me impone Sergio Pitol con su viaje fantástico en
un abecedario lleno de nostalgias y encuentros.
Me paseó por toda una gestión intelectual,
indestructible que se mantiene en el tiempo. Una vida ajustada a
otros placeres donde se percibía una línea extraña entre el pasado y el futuro.
Se imponía una evidente mutación al pensamiento crítico y una gestión social
fracasada que él siempre lo tuvo claro y los funcionarios pintaban tras sus
ojeras un desentendido para no darse cuenta de que aquel mexicano los había
descubierto.
Las referencias a esa agonizante
Perestroika me llevó a vivir las más escalofriantes escenas, algunas algo
escatológicas. Hurgó a alta velocidad en el flashback
llevándome a los años 30’s y me paseó por los 60’s.
Me tejió -sin darme cuenta- un wipil de ingenio intelectual, de crítica
de una circunstancia histórica, en una trama por donde solo la luz de su conocimiento
penetró.