martes, 26 de julio de 2011

Homenaje a Caracas en sus 444 años


Caracas vieja, que te vas con los años 
En cada reja que dejamos de ver 
Se va un idilio, se va un romance 
Se va un recuerdo de nuestro ayer
Luis María Frómeta
«Tratemos de olvidar, para poder vivir»
Caracas es una ciudad que como la música, tiene diferentes ritmos. Puede pasar de ser una guaracha por el paso apuradito de sus habitantes, que corren hacia las ciudades dormitorios, a tomar el metro o alcanzar «una camionetica», hasta un bolero que causa dolor por el desamor y la indiferencia con la que se le trata. A Caracas se le impone un giro de improvisación en cada cumpleaños, como si ella no se diera cuenta. Es una ciudad sin concepto. Pero siempre está ahí, bulliciosa, lista y decidida para que se le quiera, porque si es cierto que ha sido maltratada también lo es, que ha sido una ciudad querida y cantada.
Cantarle a Caracas ha sido un patrimonio de Luis María  Frómeta, a quien esta ciudad no lo vio nacer, pero lo recibió desde siempre, aquel 31 de diciembre de 1937 cuando lo hizo su más querido hijo adoptivo. No fue de la nada, él se ganó ese amor. Al principio pudo ser tan solo un compromiso, y nada más, pero después sin recato alguno le cantó -a través de la radio y en las noches de fiestas- a ese inmenso amor. No sé si fue a primera vista, pero él mismo le declaró una vez a Isa Dobles en una entrevista: «el amor más descarado que he tenido en mi vida, es por Caracas». Indicios hay  muchos que dan fe de la pasión que demostró Billo’s a esta ciudad a la que siempre vio con ritmo y en toda su belleza.
Bella Caracas, bajo su cielo, su luna y su sol
Todas las razas buscan fortuna, lindura y amor
Luces gloriosa con tus guirnaldas de cerros a tu alrededor
Caracas, ciudad hermosa
Tú eres bella
Caracas, la cuna del Libertador
 

Todas las ciudades han sido vistas por geógrafos, topógrafos, historiadores, cronistas, poetas, artistas, cantantes, y cada uno, ha tenido su perspectiva. Un Sabina, por ejemplo cantándole a Madrid o un Gardel a sus Buenos Aires querido, cuántos lo han hecho a México o a Guadalajara, Guadalajara, hueles a pura tierra mojada y es que en las ciudades, como lo dijo Uslar Pietri sobre la tierra, «se hace historia desde que el hombre las toca»

Los caraqueños siempre tenemos algo qué decir de la Caracas de hoy, la de ayer y especialmente de esa que quisiéramos tener. No sé tampoco si será la del futuro o es una ciudad que solo está en los sueños de quienes aquí habitamos. Pero en todas las épocas ha sido una ciudad humilde, profana, canalla, agradable, querida por propios y extraños, deseada y por sobre todo maltratada. Reconocida más por sus sonidos que por sus olores, más por su bullicio que por sus espacios ciudadanos, es «La ciudad escondida» así la llamó una vez José Ignacio Cabrujas, creo que con nostalgia de lo que dejó de ser. Habla de lo imposible que es re andar Caracas, cómo se nos pierde. ¿Volver de nuevo al lugar donde naciste? Eso es una odisea –y esto lo digo yo, tomando prestadas,  reflexiones de José Ignacio en ese mismo ensayo.

Lo cierto es que parte emblemática de esta ciudad está representada por el maestro Billo Frómeta, su orquesta, sus composiciones y todos esos recuerdos que hicieron posible inmortalizar una parte bonita de esta ciudad haciéndola más amable, más cercana y más feliz. Por lo menos en la música del maestro. Así que podemos entonces, vivir un pedazo de esa alegría gracias a la Billo’s que fue, la lengua gozona y divertida de la Caracas de cuatro generaciones.

Antes de continuar, hago la advertencia de que escribir sobre el maestro Billo Frómeta es un compromiso muy grande. Son demasiadas las cosas que se han dicho de él, pareciera que ya todo se sabe, que todo está escrito y no lo dudo. Posiblemente lleno de lugares comunes. Me pregunto entonces si ¿acaso no es ahí en ese  «lugar común» donde nos encontramos para bailar?
Así que digo sin aspavientos que su recuerdo me lleva a un paisaje de emociones que me asusta, porque no sé a dónde va a ir a parar este ejercicio si siguen apareciendo imágenes de mi temprana edad. Por lo tanto me declaro en nostalgia permanente, y segura que los hilos invisibles de la subjetividad y mis propias pasiones, entre ellas el bolero y la ciudad,  por fortuna, marcarán estas líneas.
Y es que el bolero aunque asociado – en muchos casos,  por sus desgarradoras letras-  al dolor, tristeza y desamor,  Billo’s lo colocó tan cerquita de las guarachas, los pasodobles, los danzones y los chachachás que por esa misma cercanía, no sonaron nunca como material de duro despecho.
Palabras de mujer que yo escuché cerca de ti
Junto de mí muy quedo

No siempre el sufrimiento del amor plasmado en los boleros produce exactamente eso: sufrimiento.  Bailar con la orquesta de Billo’s era toda una experiencia corporal, cuando salías invitado por uno de estos boleros interpretados por Felipe Pirela, por ejemplo; rápidamente pasaba el cuerpo a cuerpo y empezaba un:
Si Bambarito no te cura ne’ no te cura ningún brujo
Eso si, yo recomiendo pa’ que cure tu bobera

Este movimiento te iba llevando suave y lentamente a una melodía que hasta ese momento había sido un tango, pero ya el Maestro lo había convertido en bolero y entraba otra vez  la voz de Felipe Pirela, melancólica y hasta desdichada:
Quiero emborrachar mi corazón para pagar un loco amor
Que más que amor es un sufrir…
…Nostalgia de escuchar su risa loca

Rápidamente había que estar listo para poner el acelerador en las caderas porque se acercaba Cheo García con Óyeme Cachita tengo una rumbita pa’ que tú la bailes como bailo yo…muchacha bonita, mi linda Cachita

Y así terminaba el primer mosaico de la noche, el #2, pero la sucesión de éstos era grandiosa y convenía sentarse un rato a tomar aliento.

Los mosaicos iniciaban con un bolero, eso sí era una regla. Así que desde Rafa Galindo, José Luis Rodríguez, Felipe Pirela y Eli Méndez, las voces de los boleristas de la orquesta se mimetizaban con esos grandes compositores de boleros, con arreglos propios siempre. Era un lenguaje muy particular. José Luis Moneró y Barbarito Díez eran las voces propias de Ojos Malvados  de Cristina Saladrigas. Si pensaba en ti para mí no era vida. Pero Felipe Pirela le dio un tono de evocación que lo convirtió en eso que llamábamos siempre «los boleros de la Billo’s» Igual sucedió con Frío en el alma, en la voz de José Luis Rodríguez (Mosaico #12), Dolor cobarde, Quisqueya, Para qué recordar, Nostalgia, estos tampoco se salvaron de ese tono particular, que de alguna manera nos alejaba del despecho. Aunque reconozco que podía colocarnos en un modo de melancolía del que rapidito salíamos.
También fueron muchos los tangos convertidos en boleros como Sombras; Uno; Un cigarrillo, la lluvia y tú. El maestro Billo’s acercó tanto los boleros a otros géneros musicales que cuando los bailábamos, dependiendo siempre de con quién, claro, esperábamos la complicidad de las guarachas para que se diera la nada ceremonial, pero si desordenada separación. También sucedía lo contrario, queríamos que los boleros se eternizaran antes de un Pare, pare cochero o Ayy que la vaca vieja está, y la vaca vieja, Bacosó ahe ahe, Bacosó;  Para Vigo me voy o la a veces temible guaracha El brujo, que nos hacía mover en diferentes direcciones y a pasos que no eran exactamente los más afinados de una guaracha, era un poco de locura.
Doña Pulula una tarde fue a leerse una baraja
Donde un brujo muy famoso allá en el pueblo de Jaima
…Para empezar la consulta, ponga una baraja así
Por ti por tu casa y por lo que sea
Fuera satanás

Y es que el maestro logró juntarnos a los venezolanos en un colectivo gozón al ritmo de esas guarachas en aquellas noches, cuando los boleros los convertía en son o en danzonetes y los danzonetes en danzón, los tangos en boleros y el chachachá hechos con sonidos de amor. Todo eso nos aseguraba el trasnocho. Hoy nos garantiza la nostalgia y el recuerdo.
La orquesta de Billo’s viajó por todo el territorio nacional mientras él, el maestro, dejaba también sus composiciones a la Valencia señorial, Pa’ Maracaibo me voy, Margarita…todo esto sin hablar de los múltiples viajes al exterior, pero no hay discusión que el gran amor topográfico de Billo’s fue Caracas. Su Caracas, la ciudad que no lo vio nacer, pero que sí lo recibió desde su natal República Dominicana aquel año de 1937 cuando para salir tuvo que inventarle a la orquesta el nombre del dictador Trujillo, lo que no sabía ni él mismo es que esta «ciudad escondida» como alguna vez la llamó Cabrujas, lo seduciría por su belleza, sencillez y sinceridad de aquella época.
Fue mucha la tinta y las notas musicales dedicadas a Caracas, pero también la inspiración de  Isidoro, de los techos rojos, de las mujeres bonitas, de la media lisa de Donzella, de Jaime Vivas y de toda aquella ciudad que ya no está…ya no quedan ni el Roof Garden ni la Suiza, ni el frontón de jai a lai no existe ya. También escribió su propio epitafio, como lo hizo Reynaldo Arenas.

En vez de una oración sobre mi tumba
El último compás de Alma Llanera

En un gesto de dolor y jocosidad le escribió al Metro y decía «cuando abrieron Caracas», no sospechaba Billo’s que las heridas de la ciudad seguirían allí abiertas ante la indolencia de sus propios habitantes, en las apetencias de quienes tienen la opción de ponerla bien bonita y de quienes improvisan, aprovechándose de un cumpleaños más para lanzarle pintura, pero las heridas están allí y sollozando como palabras de mujer.

«Es una ciudad incomprendida por gobernantes y ciudadanos. Nadie entiende que sus decisiones diarias, su actitud de limpieza y civismo podrían transformarla». Decía William Niño, el arquitecto que tanto amó a Caracas. Pero Aldemaro Romero, nos decía: No me despiertes de mi sueño, porque estoy soñando que soy caraqueño. En fin, pasiones, formas de verla, todas por amor.

La ciudad es hoy mucho más que un viaje en tren, en ese Metro que se queda en sus entrañas porque alguna iguana se comió la luz. Es más que el mismísimo peligro que padecemos sus habitantes. Es el pasado mismo que nos alienta esa nostalgia. Pareciera que todo conspira en su contra y no termino de entender, cuál es la razón. Caracas es un espacio desordenado, donde intentamos rescatar parte del recuerdo. Vivimos un síntoma constante, es el de la nostalgia, pero no lo hacemos desde la tristeza sino desde el mal humor.

Billo’s su música y su lenguaje nos presentó otra ciudad, tal vez la que soñamos. No podemos decir que lo que sucedió alrededor de La Billo’s fue un movimiento musical; pero sí un conjuro que vio nacer en la ciudad una forma de vivir la noche que hoy alienta un recuerdo. Aunque Felipe Pirela en su mejor tono y acompañado de la orquesta, nos cantó
Para qué recordar
Si nos hace sufrir
Tratemos de olvidar
Para poder vivir

¿Será que es hora de ver el futuro? Caracas, Caracas.