miércoles, 11 de mayo de 2011

Instrucciones para ver la luna

Lo primero que debemos hacer es estirar nuestro músculo del cuello hasta alcanzar un ángulo ascendente de por lo menos noventa grados. Tu cabeza debe quedar casi en reposo sobre el músculo esplenio y el trapecio queda en posición de rectángulo. Una vez alcanzada esa posición, se deben girar los ojos de derecha a izquierda, dos o tres veces hasta fijar el lugar donde la luna se encuentra. La cámara anterior y el cuerpo ciliar del ojo deben enfocar para que el cristalino logre mandar una imagen nítida a la retina.
Una vez que todo esté dispuesto, entonces vale pensar qué hará ella tan sola allá arriba, iluminada, con varias caras, quién sabe si alguna vez conoció la tristeza, la melancolía. Tal vez cuando fue violada. Puedes permanecer mirándola todo el tiempo que tu pensamiento lo desee y mientras tu cuello lo resista.
Si al tener la cabeza puesta y la mirada lista no pudieras verla porque hay una nube que la tapa, podrías intentar ver las formas que te da la nube, jugar un poco con ella y eso permitirá que tu ojo vaya afinando la imagen hasta que vuelva a aparecer y la veas con mayor claridad. Sigue pensando en ella mientras sale suevamente desde lo oculto de la nube y reaparece ante tus ojos.
Luego de cualquier pensamiento hacia la luna y descubrirla detrás de las nubes, se puede bajar lentamente el cuello, dejando la mirada fija hasta estirar el tendón superior que mueve el músculo ciliar del globo ocular y permite seguir mirando aunque ya el cuello haya alcanzado la forma normal que encaja en el cuerpo.
Ya en posición normal te queda el recuerdo de lo que has visto, puedes cerrar los ojos si están cansados, así te sentirás bañado por ella, por su luz, por su melancolía y piensa si sería bueno ser como es ella: lejana, noctámbula y sola.